La podología

Una de las partes del cuerpo que más castigamos a lo largo de toda nuestra vida y que menos atención prestamos son los pies.

Nos mantienen erguidos todos los días, nos desplazan de un lado a otro metidos, la mayoría de las veces, en zapatos infernales que los oprimen o someten a posturas antinaturales y a pesar de todo ¿cuántos de nosotros les prestamos atención?.

La podología actualmente ha evolucionado hasta el punto de convertirse, hace años, en una carrera universitaria con másters de especialización en las diferentes ramas, con el fin de lograr personas capacitadas tanto para prevenir patologías del miembro inferior, como para curarlas una vez se presentan.

Sin embargo, la realidad, es que la mayoría de la gente sigue pensando que cuidarse los pies es cosa de “viejos” y en muchos casos cuando surge un problema, en vez de dirigirse al podólogo se acude a las peluquerías y centros de estética, donde realizan estupendamente el trabajo estético del pie, pero no poseen la formación necesaria para enfrentarse a los problemas que un pie acarrea y a las posibles complicaciones que puedan surgir y donde además el material que utilizan no ha sido sometido a procesos rigurosos de esterilización imprescindibles en caso de utilizar herramientas cortantes.

Del mismo modo que cuando nos duele la boca acudimos al dentista, debemos pensar que sólo tenemos un par de pies para toda la vida y que nos corresponde a cada uno de nosotros cuidarlos de forma responsable.

El pie diabético

La diabetes produce principalmente dos alteraciones en los pies: las neuropatías y las vasculopatías, que de no controlarse desembocan en problemas muy serios.

Las alteraciones de la sensibilidad o neuropatías, nos producen desde un desagradable hormigueo hasta el ser incapaces de percibir la sensación de frío, de calor o de dolor. Esto significa que un diabético con su enfermedad descontrolada, puede clavarse algo en el pie, hacerse una quemadura, tener una uña encarnada y no darse cuenta; eso, unido a que normalmente no nos miramos los pies, puede acarrear desde una infección, hasta en casos extremos la amputación de un dedo, un pie, etc.

Los problemas circulatorios o vasculopatías, por otro lado, nos producen desde unos pies permanentemente fríos, y muy secos propensos a agrietarse, hasta dificultad a la hora de cicatrizar heridas, lo que conlleva un mayor riesgo de ulceración y nuevamente posibles amputaciones.

Para prevenir todo esto, lo principal es aceptar la enfermedad y tratar de conocerla y entenderla a la vez que realizamos cosas tan sencillas como:

Revisarse los pies a menudo, para detectar posibles alteraciones.

Comprobar el agua del baño con ayuda de un termómetro y no calentarse nunca con fuentes directas de calor, para evitar quemaduras.

Secarse bien los pies después del baño, hidratándolos bien para que no se agrieten.

No andar descalzos y comprobar el interior de los zapatos para evitar clavarnos algo.

Utilizar calzado adecuado, que no nos oprima los pies

No usar jamás cuchillas, callicidas, tijeras o quita callos para “arreglarnos” nosotros mismos los pies.

Visitar al podólogo ante cualquier duda o problema que atañe a nuestros pies.

Los «temidos» papilomas

Los papilomas son verrugas plantares, que al aparecer en el pie, suelen crecer hacia dentro provocando dolor y contagiándose fácilmente.

No se sabe el motivo por el que afecta a algunas personas y a otras no, pero si sabemos que las personas con una sudoración excesiva, heridas, hongos y en definitiva todo lo que sea un sistema inmunológico más debilitado, son más propensas a contagiarse.

Suelen manifestarse en un primer momento como un pequeño “granito” que no presenta ninguna sintomatología. Esto hace, que como no solemos mirarnos los pies muy a menudo, no nos demos cuenta de su presencia hasta que pasan tres o cuatro meses y alcanza un tamaño más grande, profundizando más en la planta del pie y produciéndonos molestias al caminar o al manipularlo.

Son muy contagiosos. Pueden pasar de una, a cientos de verrugas en el mismo pie y además infectar a otras personas, por lo que no sólo no deben tocarse, sino que además es conveniente tratarlos lo más rápidamente posible.

Hay infinidad de tratamientos que adaptaremos según el paciente y la situación. Se pueden tratar con productos cáusticos, con crioterapia, con bisturí eléctrico, con vesicantes, inyectar distintas sustancias,….., pero todo ello, deberá evaluarlo su podólogo de acuerdo a su experiencia, a la edad y a la actividad del paciente, a su estado de salud, a la localización del papiloma, al tiempo que lleve la verruga, etc. Es importante tener en cuenta que cada papiloma es único y no se puede saber ni lo que va a durar el tratamiento ni si va a ser o no completamente eficaz, ya que muchas veces depende de la reacción de cada paciente y se hace necesario una combinación de diferentes terapias.

De todas maneras y como siempre aconsejamos, es imprescindible una prevención a la hora de acudir a piscinas, gimnasios, duchas públicas y sitios donde haya más gente descalza, simplemente usando escarpines y mirándonos el pie a menudo acudiendo al especialista a la mínima señal.